Nuestro Frente de Guerra Oriental realizó su Asamblea a principios de 2015 y allí nos dieron a conocer las conclusiones del Quinto Congreso del Ejército de Liberación Nacional:
* Explorar en diálogos de paz la voluntad del gobierno, para una salida política del conflicto.
* Fortalecer la unidad insurgente.
* Mantener la consigna de “estar siempre junto al pueblo”.
* Reafirmar el internacionalismo y la hermandad con los pueblos del mundo.
* Cualificar nuestra fuerza en todo sentido.
* Mantener viva nuestra disciplina consciente.
* Cumplir las Normas Bolivarianas en nuestra relación con el pueblo.
* Desarrollar un Plan de trabajo a
mediano plazo, para “prepararnos para tiempos difíciles”, como enseñó el
comandante Manuel Pérez.
Estas victorias políticas internas
debíamos convertirlas en otros triunfos y con esa fuerza y convicción,
nuestros mandos nos orientaron diferentes acciones político-militares,
para conmemorar el 51 aniversario del ELN, el 4 de julio.
Ingeniería viene de ingenio
Leyendo Manuales de operaciones
guerrilleras, complementé lo aprendido en la Escuela militar para
cuadros, a la que asistí a mediados del 2014; así me surgió la idea de
lanzar cargas explosivas, desde rampas instaladas en un vehículo.
Debía calcular la resistencia de la base
del vehículo desde donde se lanzarían las cargas, los grados de
inclinación de las rampas para impactar el objetivo a atacar, el
dispositivo de encendido de la carga de lanzamiento y de cada una de las
cargas lanzadas.
!Una volqueta! Éste es vehículo que
necesitamos, me dije a mí mismo, y con los cálculos hechos en el
cuaderno, me reuní con Jota mi mando superior, para presentarle el plan
de ataque.
El ataque lo centraríamos en la Base
militar gringa situada en Saravena, cerca del río Arauca, que marca la
frontera con Venezuela. La población la conoce como sede del Batallón
Rebéiz Pizarro, porque con este fin construyeron tales fortificaciones;
pero con la asignación de tropas estadounidenses para esta zona,
transformaron este cuartel en una Base para militares extranjeros; la
que mantiene un promedio de setecientos soldados profesionales a su
interior.
Jota me preguntó, ¿está seguro que puede realizar este ataque a la Base gringa? Estoy seguro, le dije.
¿Cuántos compas necesita? Sólo un comando de cinco, le respondí.
Yo sabía cuál mando del Frente
custodiaba una vieja volqueta que teníamos guardada, desde hacía más de
dos años. El mecánico le puso mano y tres días después, el 26 de Junio,
el vehículo estuvo listo. Un guerrillero movió el vehículo del sitio
inicial al lugar donde le montaríamos los explosivos, el traslado fue un
éxito, aunque tuvimos que esperar que pasara el 4 de Julio, fecha del
51 aniversario del ELN.
En memoria de Marcos
Para esta fecha las alertas enemigas
eran muy altas, porque el Frente realizó varias tareas
político-militares de la Campaña José Amín Hernández Manrique, en
homenaje al comandante Marquitos, quien el 14 de Junio pasado había dado
su vida, en la Serranía de San Lucas; donde combatió al enemigo durante
30 años consecutivos siendo primero, mando de las Fuerzas Especiales,
luego comandante de la Compañía Mariscal Sucre y finalmente responsable
político del Frente de Guerra Darío Ramírez Castro. Bajo su acertada
conducción, las guerrillas enfrentamos al paramilitarismo en el Sur de
Bolívar, donde cerca de 3 mil paracos fueron dados de baja entre 1997 y
2002.
Por ello, con la memoria del comandante
Marcos en mi corazón, puse toda mi capacidad militar y astucia
guerrillera en esta operación contra la Base militar gringa.
El 16 de Julio el enemigo bajó la
guardia, porque estaban centrados en la conmemoración del 20 de Julio,
lo que aprovechamos para colocar la volqueta cerca del objetivo y
terminar de acondicionarle los explosivos.
Cuando me acerqué a la volqueta en su
nuevo sitio y la vi de frente, mi imaginación voló con muchas imágenes,
de aviones bombarderos enemigos, que lanzan sobre nuestros territorios
toneladas de explosivos, con los que hacen daños irreparables a la
población civil; como los que causaron en la población de Santo Domingo,
Arauca. Ahora, nuestra plataforma artesanal de lanzamiento de
explosivos -nada comparable a un bombardero-, casi estaba lista para
vomitar fuego contra objetivos militares precisos, en las amplias
instalaciones del Batallón Rebéiz Pizarro.
Balística y electrónica
El 17 de julio le echamos al platón de
la volqueta una gruesa capa de arena, piedra menuda y cemento, que
permitió fijar los 18 cañones; seis apuntando al aeropuerto militar,
otros 6 al alojamiento de la tropa contraguerrilla profesional y 6 más
contra el búnker de los gringos. Dada la dispersión de los objetivos, a
cada grupo de 6 cañones les dimos una dirección e inclinación
diferentes.
Las puntas de los cañones quedaron al
nivel del platón de la volqueta, de modo que si alguien la veía a más de
10 metros, no los notaría. Además, la presencia de la volqueta no
llamaba la atención, por ser un carro viejo.
La carga de explosivo y metralla para
cada cañón pesaba 18 kilogramos, para un total de 324 kilogramos, que
lanzaríamos sobre los objetivos definidos. Cada cañón estaba programado
para lanzar su carga con uno o dos segundos de diferencia.
Las cargas estaban provistas de un
dispositivo electrónico de contacto, que explotarían al caer sobre los
objetivos; al que agregamos un segundo dispositivo que estallaba a un
tiempo determinado, si llegaba a fallar el primero.
El encendido de las cargas impulsoras,
estaba separada de la carga explosiva, por un sencillo dispositivo de
madera. Este dispositivo también contenía una programación electrónica,
que define entre uno y dos segundos de diferencia, para hacer cada
lanzamiento.
La precisión de encendido de las 18
cargas, cada una con 3 encendidos -el de lanzamiento, el de encendido de
las cargas explosivas y un tercero de autodestrucción de cada carga- no
podía fallar, y la Unidad de ingeniería, así nos lo garantizó.
La maniobra de activación debía ser muy
ágil, porque había que hacerla en las narices del Batallón, en un área
muy vigilada y patrullada por la inteligencia militar.
Yuri, la encargada practicó hasta lograr
hacer la maniobra de activación de todas las cargas en 45 segundos, en
menos fue imposible; su conducta serena y segura me demostró que este
paso definitivo se cumpliría a cabalidad.
Arturo y Lisandro, dos francotiradores,
se ubicarían cerca del lugar donde el vehículo debía estacionase, su
misión era garantizar que su llegada se haría sin novedad, además de
garantizar el repliegue de Jesús, el compañero chofer de la volqueta,
junto con Yuri, quien además de su tarea de activar el dispositivo
electrónico, es buen chofer, por lo que estuvo participando en los
movimientos y adecuación del carro, por si llegara a necesitarse su
aporte.
Jesús y Yuri llevaban varios años
trabajando juntos, así que se tienen bastante confianza en estas tareas;
estos detalles le dieron más certeza a la operación.
Lluvia de fuego
Si todo iba a resultar como está
previsto, la acción debía iniciarse a las 7 y 15 de la noche, pues la
volqueta viajaría a 50 kilómetros por hora, velocidad promedio utilizada
por los vehículos pesados en esta área.
Todo estaba listo; aproximación, repliegue, señales, voces y horarios.
La noche oscura era ideal para la
maniobra y el bajo flujo de vehículos por la vía nos favorecía, pues
debe estar despejada la vía en el sitio desde donde se deben lanzar los
explosivos, para garantizar que no se causará daño a la población
vecina; esta es una condición indispensable para la realización todas
nuestras acciones político-militares.
Nuestra tensión estaba al tope, pero no
por ello se nos escapan los ecos de una canción vallenata, que se
escucha a lo lejos y el sonido grave de los bafles parecieran mostrar
que no estamos en guerra, sólo nuestra situación expectante, el trabajo
previo cuidadoso desarrollado y el resplandor de las luces del Batallón
Rebeis Pizarro, nos hizo volver a la realidad.
La volqueta se puso en marcha, los
abrazos que nos dimos con Jesús y Yuri, me reafirmaron la convicción de
que todo saldría bien; la salida a la vía central se hizo sin novedad y
lentamente el ruido del motor se fue disipando.
El reporte de los dos compañeros
francotiradores fue de normalidad y los movimientos internos en el
Batallón demostraban, que allí nadie esperaba este golpe, lo cual nos
garantizaba la sorpresa, ley de oro del accionar guerrillero.
La suerte está echada le dije a
Bernardo, mientras nos trasladamos a un pequeño alto, desde donde
observaríamos mejor las instalaciones del Batallón y sus alrededores,
durante el ataque.
Estos minutos se me hicieron más largos
de lo normal, el corazón me golpeaba el pecho con fuerza, como si fueran
las pequeñas explosiones, que se anteceden a las de los cañones, que
lleva la volqueta y que sonarían en muy poco tiempo...
A las 7 y 15 de la noche de ese 22 de
julio de 2015, el tronar de las explosiones se fueron sucediendo una
tras otra, con la exactitud que permiten los dispositivos electrónicos.
La iluminación de las instalaciones del
Batallón enemigo aumentaba con cada explosión, su resplandor se
reflejaba en el cielo, la vibración estremecía el suelo y se sentía
hasta donde nosotros estábamos.
Los compañeros que condujeron la
volqueta se reportaron sin novedad unos cuantos minutos después de la
primera explosión, lo mismo hicieron los dos francotiradores; los cuatro
reportaron el cumplimiento exacto de la misión.
Transcurrieron 8 minutos desde que sonó
la última explosión y desde el Batallón no se escuchó respuesta al
ataque. Solamente 9 minutos después del último bombazo, la tropa enemiga
en desorden hicieron disparos de todo calibre al aire y sus morteros
vomitaron un fuego alocado.
Al día siguiente se corrió la voz entre
la población, que los oficiales militares pensaron que estábamos
realizando una toma del Batallón, por lo que se pusieron a la defensiva,
para proteger los lugares más sensibles, sobretodo el búnker de los
gringos.
Hacer mucho con lo poco
La tarea fue un éxito rotundo, los destrozos al Batallón fueron muy graves, representados en:
- Daños considerables al aeropuerto militar.
- Destrucción del sistema de comunicaciones, lo que impidió coordinar la llegada de refuerzos por vía aérea.
- Averías a dos helicópteros militares.
- Afección al búnker de los gringos.
- Dos de las cargas que cayeron en el
dormitorio de la contraguerrilla profesional, sólo causaron un muerto y
dos heridos, más múltiples destrozos, porque la tropa estaba patrullando
a la hora del ataque.
- Cerca de un tanque que almacena 30 mil
galones de gasolina explotó una de las cargas, que por suerte para
ellos no lo incendió.
- Hay rumores de otras bajas sin confirmar, incluidas las heridas a un Mayor.
A la volqueta el ejército no se le
acercó durante un día completo. Sentían miedo que estallara al
manipularla; apenas la observaban, en medio de dos retenes que le
montaron.
Ya en horas de la mañana se alcanzaba a
ver dentro del Batallón todos los destrozos. En el transcurso del día
cuando se propagó la noticia, por algunos medios escritos y por las
redes sociales empezaron a circular fotos de las destrucciones causadas.
Con el golpe a esta Base militar sede de
la tropa gringa y sus alumnos de la contraguerrilla profesional, les
demostramos a estos 700 soldados, cómo con ingenio y valentía, unos
cuantos guerrilleros elenos sacamos ventaja de su gran vulnerabilidad.
El alto mando militar les cobró esta
acción al destituir de sus cargos a los oficiales superiores, que
comandaban la Brigada 18 de ejército, la Fuerza de tarea Quirón y el
Batallón Revéiz Pizarro. El Comando Sur de las Fuerzas militares de los
Estados Unidos, ¿que acción tomó frente a sus tropas, las que corrieron a
esconderse en el búnker de los gringos?
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